miércoles, 24 de agosto de 2011

Oh-lá-lá



Es curioso cómo el subconsciente nos mete en laberintos sadomasoquistas sin darnos cuenta. Vamos confiados por la vida, ingenuas mariposillas, pensamos que todo está bien, ordenado, en su sitio. Pero gradualmente, éste parece tener una tendencia absoluta a la destrucción.

Mi vida era de puta madre, por qué no decirlo. Era soltera, emancipada, independiente, pagaba mis facturas sin dificultad, tenía unos amigos geniales, y no había un solo momento libre que no se convirtiera en algo épico. Nada me preocupaba, más allá de lo mundano, y las dudas existenciales parecían haber pasado al lado de lo irrelevante. Todo iba bien. Iba bien. Bueno no, no iba bien... ¡IBA MUY BIEN, JODER!

¿Y qué pasó? Pasó algo. Exactamente no sé cómo, pero pasó. Sólo reconozco que fue como resbalar dentro de un lago helado. Se me paró el corazón y abrí mucho los ojos: Croissants por la mañana, dos boinas, merci y no gracias, la Bruni en un bucle, la fondue siempre sucia, caras encuadradas con patillas, mucho vino, nouvelle vague por todas partes, Liberté-igualité-fraternité... ¿café o té?
Había pasado, la cáscara de nuez se había roto, rompiendo consigo todos los esquemas que tenía previstos desde el ático en el que vivía.



Joder, había pasado. Había entrado en el nudo infinito de la gilipollez cuántica, la distancia, los “cariño, je suis desolé", los egos bastardos,trabajadoras del Moulin respirándole, tazas con café-au-lait volando por la habitación, y todo tan très difficile que hacían que las drogas parecieran chucherías elegantes.

Podría contar una historia fantástica sobre aeropuertos colapsados, flores perfectas, fines de semanas en ciudades europeas, y paseos de la mano. Pero todo eso es una mierda. Una voluptuosa mierda detestable y enfermiza que nos come la puñetera cabeza con expectativas insalubres salidas de una película de Meg Ryan. Y fue así y no de cualquier otra manera como me cuasi-enamoré de un francés. Sin pisar Montmatre, sin caros perfumes o anillos cegadores, y pasando deportivamente de los pestilentes muelles marselleses. Nada volvería a ser igual, ni siquiera se veía ya el sur desde la ventana de mi habitación.

Pero da igual, porque tu me manques et ça c'est tout.

3 comentarios:

  1. El papel de romántica incurable no te pega... xD

    ResponderEliminar
  2. Jmop, guanmanuelo27.8.11

    Siempre os hablé de Anaïs porque fue la última francesa de la que me enamoré. Su acento, el más hermoso del hexágono y q no es otro q el q nos regala la occitana Tolosa a la que cantara Nougaro, sus mañanas con guitarra, sus labios carnosos, su intelecto afrancesado que no desbordado, su concepto jacobino de gauche et droite, Sarkozy, CPE, fête de la musique, Tiken Jah, facultades eternamente bloqueadas, Jospin el luterano, DSK el judío, Finlandia, Sciences-Po, Perrier, vino, queso, cassoulet, su mirada, Los quais del Sena, el sueño de q Juliette naciera, Karabatic, el Front Nationale, el metro de Toulouse, el interminable desamor, Victor Hugo, Aznavour y Brel, cantar a Brassens, bonjour, bonne nuit, los sueños... Miles de razones x las q merece la pena amar una y otra vez a alguien de allende los pirineos... Igual ahora me comprendes, petite nantaise....

    ResponderEliminar
  3. Anónimo31.8.11

    Le puse Francia por bandera, aunque podría haber sido islandés o extremeño. No es el concepto.
    Fdo:Nantes

    ResponderEliminar

¡Escúpelo!