domingo, 23 de enero de 2011

Dos.


Te levantas en una cama con dos almohadas. Una habitación, dos mesitas de noche, dos lamparitas.
La tostadora es para dos rebanadas y la cafetera no hace café para uno. Las tazas las venden en unidades pares (6, 12, 24...). Y la vajilla. Y la cubertería.
Te sientas a desayunar, la mesa de comedor no tiene UNA silla.
Coges el paquete de Marlboro y vienen 20 unidades (20, divisible entre dos).
Te duchas: dos botes, dos toallas, bastoncillos de algodón con dos lados.
En el armario, cajoneras pares, calcetines que se venden sólo en packs de dos.
En el autobús, asientos de a dos (uno al lado de otro o frente a frente) y los auriculares, dos.
Las raciones de comida preparada son para dos.
Te sientas a almorzar, convoys de sal... y pimienta.


Dos ojos, dos oídos, dos manos, dos pulmones, dos piernas, dos riñones, dos pies, dos pechos, dos gónadas, veinte dedos (20 /2=10/2, otra vez).
Un corazón. Un cerebro. Una boca. Una nariz. Un estómago.

Sin escapatoria, somos víctimas y verdugos. Estamos diseñados para la supervivencia en unidad y la vida en pareja.

2 comentarios:

  1. MenteSucia23.1.11

    Si fueramos hermafroditas otro gallo cantaría...

    No son necesarias tantas cosas, pero la sociedad de hoy dia...
    Este puto sistema en el que vivimos nos impone reglas no escritas, artimañas que nublan la mente y matan el instinto...

    ResponderEliminar
  2. No se trata sólo de reproducción, la homosexualidad es la prueba.

    Somos animales sociales y de costumbre, y cuando nos intentamos rebelar contra ello tenemos dos opciones: asumir la individualidad y comernos los dos sandwiches de la tostadora, ocupar toda la cama y salpimentar nuestra vida ocasionalmente en compañia; o sucumbir a los estatutos de la especie.

    ResponderEliminar

¡Escúpelo!