Fin y Reconstrucción

El fin de los tiempos no es un acontecimiento de 2012, es algo que ocurre día a día. Al fin y al cabo el final sólo evidencia la transformación: cambio de trabajo, cambio de temporada, cambio de cortinas, cambio de emisora... ¿O somos nosotros los que cambiamos?

¿Cómo puede ser que lo que nos satisfacía ayer, hoy sólo es un lastre en nuestra vida? Si algo es un peso muerto ¿por qué nos sigue doliendo cuando desaparece? Y lo que es peor,
¿tenemos el kharma muerto por ser tan *utas?

La vida no es como dormir en la China comunista. Es mucho más duro (si cabe):
El trabajo sigue sin ser reconfortante, la recompensa por los sacrificios no se ve cerca, dejar de fumar sólo ha traído kilos de más y las patadas en el culo de tu vida emocional no paran de sucederse. Pero ¿QUIÉN COÑO QUIERE SER PERFECTA?

Sí, lo asumo, soy el mayor desastre sobre la faz de la tierra. No creo en Dios ni en la política, me gusta retar a tipos gordos a beber y ver cómo mis amigas terminan empeñando sus zapatos a cambio de alcohol, no me peino habitualmente, mi cuenta del banco está en números rojos, intentarlo una y otra vez con el mismo hombre me parece encantador, y mi autoestima se destruye siempre que las cosas salen mal.
Pero ESA soy yo.

 Así que cuando el fin se lleva el dinero, el orgullo, el futuro y el trabajo de un año entero, lo único que se puede hacer es seguir con la reconstrucción en forma de cambio: pijamas de franela espantosos por satén y encajes, noches de tele por teatro con amigos, paellas los domingos por resacas insoportables, y ceregumil matinal por caladas verdes eventuales mientras escuchas los 80.
Porque al fin y al cabo, todo lo que tienes por delante es LA VIDA.


[Img: Sherry DuPree]