EL CORTEJO

En los libros de conocimiento del medio, venían imágenes tan asquerosas y atractivas del cuerpo del hombre y la mujer, con líneas que salían de todos lados con una nomenclatura que bien era difícil de memorizar, yo miraba al de al lado y me preguntaba a cuál de las dos figuras miraba, pues a esa edad era crucial para ligar, pues cómo ya he dicho, si no hay un tercer lavabo para gays, todo se complicaba mucho para descubrir identidades, quitando al clásico mariquita de la clase, por supuesto.

Y es que, a raíz de eso, me di cuenta de que siempre quise saber qué estaría haciendo o pensando en cada momento que me apeteciera la persona que yo quisiera.

No te das ni cuenta, y de tanto imaginártelo, acabas por descubrir que has desarrollado un sexto sentido para leer la mente al cabo de los años, y esto se traduce en manipular, si te da la gana, a los hombres.

Si deseas que un hombre empiece a desearte, no tienes más que hablar con él para que sepa que sabes hablar y que descarte que eres imbécil, y después, intercambiar miradas intermitentes que huyen cuando te descubre.

El siguiente paso se da cuando le descubres tú a él haciendo lo mismo, el bizcocho ya está subiendo.

Lo próximo es a elección, personalmente a mi me gusta que vengan a mí.

A partir de ahí, ya está listo, el cortejo. Lo siguiente, si eres un romántico, es intentar coincidir con él, por ejemplo, en el baño (ventaja de los 2 baños, en vez de tres). Este es un momento crítico. ya que psicológicamente, el baño potencia exponencialmente la tensión sexual, aunque sea sin desear, por lo que el sujeto se sentirá intimidado, para lo cual es necesario que el baño este vacío y que domines el control de la situación.

Bajo esa presión, que el sujeto se resista es, insisto, relativamente pobre. Pero si eres más de manipular... deberás dejarle con las ganas.

Y yo, personalmente te aconsejo, que no juegues rápido y te tires al alcohol. Pues puede ocurrir que te despiertes en tu cama, acompañado, resaca mortal, habiéndote perdido lo más entretenido y tener que aguantar lo peor del cortejo: echarle de tu cama, así que por lo menos, pídele que te la haga...