Yo, que tanto luché por ser una y no más, me dejó sin palabras. Lo reconozco, fue un accidente. Me sedujo y me dejé conquistar sin oponer resistencia alguna, como si fuera una bien pagá y el precio marcara palabras repletas de sabiduría (así, como de pasada, de la que no se compra entrada). Sólo hizo falta una mirada de refilón en una cálida noche de primavera, una sonrisa atropellada y un soplo accidental en el cuello. Casi irremediable me comí la tarta del nunca más y la digestión, aunque liviana, aún dura.
Juro que no lo busqué, pero me enamoré. Como si nunca antes hubiera pasado, como si viviera en mi más tierna adolescencia, me dejé llevar entre dos cálidos brazos y una partitura.
Aquí me quedo a vivir y no tengo nada en contra.
jueves, 2 de agosto de 2012
El accidente.
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miércoles, 9 de mayo de 2012
Curioso.
Haces una lista mental de todas las cosas que quieres en una pareja.
La olvidas.
Ensayas y cometes errores con varias personas, una y otra vez.
Borras de un plumazo todas las expectativas.
Te tropiezas en la calle, él sonríe y te invita a un café.
Recuerdas la lista mental de la adolescencia
- Atractivo. <checked>
- Educado.<checked>
- Divertido.<checked>
- Inteligente.<checked>
- Culto.<checked>
- Dulce.<checked>
ESTÁS JODIDA, AMIGA. CACHONDA Y JODIDA.
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domingo, 11 de marzo de 2012
Knock - knock
¿Hay alguien ahí?
Entro en el blog, y me choca ver tanta ausencia y vacío. Me consta que todas tenemos tanto trabajo, responsabilidades y estamos tan centradas que apenas tenemos tiempo para seguirnos la pista. Ellas habrán madurado, a mí me da terror ser la pera olvidada del frutero (y ellas tan divinas como siempre).
En otro orden de cosas, hoy estuve hablando con mi amigo A.R. sobre planes de futuro: que si la carrera, que si la pareja, que si cambiar de ciudad... Eso de tener hijos es un tema aparte, sobre todo cuando él me señala con el dedo y saca a relucir la escasez de romanticismo que hay en mí . No es mentira. Estoy convencida de que hemos pasado de tener hijos por amor (o al menos a través de éste) a tenerlos como nuestro mayor proyecto o experimento en la vida, pero proyecto nuestro de mayestático, no de la participación de varios. Parece un futuro descorazonador, pero es esencial que abramos la mente y, de paso, los ojos.
Cualquiera de nosotros conocemos a alguna de esas parejas que se ven atrapadas en una relación por un hijo, sabemos de primeras o de segundas las diferencias que tienen entre ellos, y la frustración que sienten como adultos -que no como padres-.
La clásica historia comienza con un test de embarazo positivo unas semanas más tarde de una noche tórrida. Los dos están muertos de miedo. Los dos están enamorados. Los dos creen que ya es hora. Los dos le echan huevos. Los próximos meses son una maravilla, todo es ilusión y alucinar un poco con la báscula. Todo lo que iba tan bien, después de cuarenta semanas parece que se va al carajo: ella se queja de dolores post-parto, él resopla porque los llantos del niño no le dejan dormir, ella pierde los nervios porque él se hace el sordo, él dice que le ayudaría si no estuviera tan cansado, ella le rechaza porque -como él no ejerce de progenitor- está agotada, él empieza a sentirse culpable por tener celos de su hijo, ella ya no tiene tiempo ni de darse cuenta... Asistes indolente al espectáculo y ves cómo se alejan. Todo lo que ayer parecía tan buena idea, ahora son conscientes de que no sólo no lo era, sino que no pueden ni quieren deshacerlo.
Unos se resignan a aceptarlo como parte del ciclo y se atrapan en el bucle de insatisfacción. Otros deciden tomar las riendas del problema e intentar solucionarlo. Y los que más, terminan por perder la paciencia, la racionalidad y la educación (combinados o individualmente) para, con el tiempo, volver a ser felices.
Con esta conversación, terminé llenando una caja con los rasgos específicos que debería tener el futuro padre perfecto: genéticamente adecuado, comprensivo, sensible, empático, respetuoso, independiente, optimista, trabajador, de carácter colaborativo, activo, de ideas liberales y amante de la cultura. Y es que, si ya cuesta mantener el interés por una persona de manera romántica sin una fluctuación de conflictos, cuando éstos existen y transforman el significado del nosotros, se convierte en una batalla perdida que sólo el tiempo se encargará de guillotinar. ¿No es ésta una razón de peso como para decidir tener hijos de manera individual -sean o no carne de nuestra carne-? ¿Es egoísta o es cuestión de salud mental? ¿El mundo está cambiando tan rápido que no nos damos ni el beneficio de la reflexión?
Quieres ser una buena pareja y una buena madre, y quieres un buen padre y una buena pareja (o viceversa) Deberían ser parámetros innegociables, nos los merecemos como personas y -gracias tanto a la ciencia como a los sistemas de adopción- ya no dependemos de otra cosa que no sea la propia voluntad (aunque otros la llamen "violencia estructural").Y si no hay una buena melodía, no pasa nada, sabemos que la letra del himno sobrevivirá a la canción.
Nota: También aprovecho para informar de que próximamente se podrán leer algunos artículos de servidora en una Señora revista de cultura de tirada nacional. Pero no es virtuosismo, es una sorpresa.
Entro en el blog, y me choca ver tanta ausencia y vacío. Me consta que todas tenemos tanto trabajo, responsabilidades y estamos tan centradas que apenas tenemos tiempo para seguirnos la pista. Ellas habrán madurado, a mí me da terror ser la pera olvidada del frutero (y ellas tan divinas como siempre).
En otro orden de cosas, hoy estuve hablando con mi amigo A.R. sobre planes de futuro: que si la carrera, que si la pareja, que si cambiar de ciudad... Eso de tener hijos es un tema aparte, sobre todo cuando él me señala con el dedo y saca a relucir la escasez de romanticismo que hay en mí . No es mentira. Estoy convencida de que hemos pasado de tener hijos por amor (o al menos a través de éste) a tenerlos como nuestro mayor proyecto o experimento en la vida, pero proyecto nuestro de mayestático, no de la participación de varios. Parece un futuro descorazonador, pero es esencial que abramos la mente y, de paso, los ojos.
Cualquiera de nosotros conocemos a alguna de esas parejas que se ven atrapadas en una relación por un hijo, sabemos de primeras o de segundas las diferencias que tienen entre ellos, y la frustración que sienten como adultos -que no como padres-.
La clásica historia comienza con un test de embarazo positivo unas semanas más tarde de una noche tórrida. Los dos están muertos de miedo. Los dos están enamorados. Los dos creen que ya es hora. Los dos le echan huevos. Los próximos meses son una maravilla, todo es ilusión y alucinar un poco con la báscula. Todo lo que iba tan bien, después de cuarenta semanas parece que se va al carajo: ella se queja de dolores post-parto, él resopla porque los llantos del niño no le dejan dormir, ella pierde los nervios porque él se hace el sordo, él dice que le ayudaría si no estuviera tan cansado, ella le rechaza porque -como él no ejerce de progenitor- está agotada, él empieza a sentirse culpable por tener celos de su hijo, ella ya no tiene tiempo ni de darse cuenta... Asistes indolente al espectáculo y ves cómo se alejan. Todo lo que ayer parecía tan buena idea, ahora son conscientes de que no sólo no lo era, sino que no pueden ni quieren deshacerlo.
Unos se resignan a aceptarlo como parte del ciclo y se atrapan en el bucle de insatisfacción. Otros deciden tomar las riendas del problema e intentar solucionarlo. Y los que más, terminan por perder la paciencia, la racionalidad y la educación (combinados o individualmente) para, con el tiempo, volver a ser felices.
Con esta conversación, terminé llenando una caja con los rasgos específicos que debería tener el futuro padre perfecto: genéticamente adecuado, comprensivo, sensible, empático, respetuoso, independiente, optimista, trabajador, de carácter colaborativo, activo, de ideas liberales y amante de la cultura. Y es que, si ya cuesta mantener el interés por una persona de manera romántica sin una fluctuación de conflictos, cuando éstos existen y transforman el significado del nosotros, se convierte en una batalla perdida que sólo el tiempo se encargará de guillotinar. ¿No es ésta una razón de peso como para decidir tener hijos de manera individual -sean o no carne de nuestra carne-? ¿Es egoísta o es cuestión de salud mental? ¿El mundo está cambiando tan rápido que no nos damos ni el beneficio de la reflexión?
Quieres ser una buena pareja y una buena madre, y quieres un buen padre y una buena pareja (o viceversa) Deberían ser parámetros innegociables, nos los merecemos como personas y -gracias tanto a la ciencia como a los sistemas de adopción- ya no dependemos de otra cosa que no sea la propia voluntad (aunque otros la llamen "violencia estructural").Y si no hay una buena melodía, no pasa nada, sabemos que la letra del himno sobrevivirá a la canción.
Nota: También aprovecho para informar de que próximamente se podrán leer algunos artículos de servidora en una Señora revista de cultura de tirada nacional. Pero no es virtuosismo, es una sorpresa.
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miércoles, 11 de enero de 2012
El bucle.
Tú te vas.
Yo te reclamo.
No vienes.
Yo me voy.
Tú me reclamas.
No voy.
[Bucle eterno]
Sólo estás dentro del problema porque eres tú quién lo enciende.
Tira las cerillas y a otra cosa, que ya aburre.
Yo te reclamo.
No vienes.
Yo me voy.
Tú me reclamas.
No voy.
[Bucle eterno]
Sólo estás dentro del problema porque eres tú quién lo enciende.
Tira las cerillas y a otra cosa, que ya aburre.
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